Aprovechamos para conocer Bruselas todas las tardes, a la vuelta de las excursiones, y la mañana del último día, pues nuestro vuelo salía por la tarde.
Destaca La
Grand Place, una majestuosa plaza donde se concentran edificios tanto públicos (
Ayuntamiento) como privados (casas gremiales) del siglo
XVII, que ponen de manifiesto el esplendor comercial que tuvo esta ciudad.

De la plaza surgen varias calles laberínticas, muchas de ellas dedicadas al turismo, repletas de restaurantes y con camareros a la caza del turista. Aconsejo sentarse en uno de estos restaurantes y probar los típicos "
moules" (mejillones) que sirven, aunque parezca curioso, con patatas fritas y todo ello acompañado de la
riquísima cerveza belga. Y recomiendo comer los mejillones como hacen los Belgas, usando la concha de un mejillón a modo de pinza.
Muy cerca de la plaza también podemos encontrar el monumento más
representativo de Bélgica, el
Manneken Pis.

Y su versión femenina:
Janeken Pis.

Otro símbolo de la ciudad es el
Atomium. Para llegar al Barrio de
Heizel, al norte de la ciudad, que es donde se encuentra, cogimos el metro. Esta estructura, representa los 9 átomos de un cristal de hierro alfa, 150 mil veces más grande, construido para la Exposición
Universal de 1958.
Se puede subir hasta una terraza que hay arriba de la estructura, pero resultaba cara y tampoco estaba el día muy claro, así que nos hicimos las típicas fotos en su base.

Y por supuesto, no
debéis iros de Bruselas sin comer el
riquísimo chocolate belga.

Y mucho menos sin degustar las diferentes variedades de cerveza.